Naciones conectoras: Marruecos un ejemplo

En un mundo marcado por las tensiones geopolíticas y la fragmentación de alianzas, el 14 de julio pasado, un acto simbólico en la celebración del Día Nacional de Francia pasó casi desapercibido, pero cargado de significado. El presidente de Indonesia, Prabowo Subianto, desfiló junto a Emmanuel Macron, un gesto que reflejaba la apuesta por una cooperación sin barreras, una diplomacia que pone por encima de todo los intereses comunes, en lugar de la división. Sin embargo, el pragmatismo de la política global no tiene fronteras: semanas antes, Subianto se reunía con Vladimir Putin en San Petersburgo, mientras que, justo después de su desfile en París, firmaba acuerdos estratégicos con Donald Trump, sin dejar de lado sus lazos con China ni su reciente inclusión en el grupo de los BRICS. Este es el rostro de la política moderna: un equilibrio dinámico, donde la contradicción se convierte en un arte.

Indonesia no es una excepción. Al igual que México, Polonia, Vietnam y Marruecos, forma parte de un grupo definido por Bloomberg Businessweek en 2023 como las “naciones conectoras”. Países que, sin ser superpotencias, han logrado posicionarse como piezas clave en el tablero global, actuando como plataformas logísticas, comerciales y diplomáticas entre frentes opuestos. En este conjunto de actores emergentes, Marruecos resalta no solo por su ubicación estratégica entre Europa, África y el mundo árabe, sino por su capacidad para jugar un papel crucial en el equilibrio global.

Durante la celebración del Día del Trono, el exministro británico Henry Bellingham, miembro de la Cámara de los Lores, lo expresó con claridad: “Su Majestad el Rey Mohammed VI ha liderado con sabiduría el desarrollo democrático y económico de Marruecos, posicionándolo como un país líder en el continente africano.” No era un elogio diplomático vacío. Era un reconocimiento político poco frecuente en una Europa que aún mira al sur con lentes obsoletos.

En los últimos 25 años, Marruecos ha vivido una transformación profunda. No exenta de desafíos, pero sostenida y constante. Ha impulsado reformas constitucionales, abierto espacios de pluralismo político y reafirmado la libertad religiosa, todo ello en un contexto regional marcado por la inestabilidad y la presión externa. Marruecos no busca paternalismo, sino respeto. No suplica apoyo, lo negocia. Ha consolidado alianzas con Estados Unidos, Europa, China y África, sin renunciar a su autonomía estratégica.

Los resultados están a la vista. Marruecos es hoy uno de los mayores exportadores de automóviles a Europa, un actor esencial en el suministro de fosfatos y cobalto, y un socio fiable en la lucha contra el terrorismo y la gestión migratoria. Su propuesta de autonomía para el Sáhara ha sido respaldada por EE. UU., Francia, España y el Reino Unido. Además, lidera la Iniciativa Atlántica, un ambicioso plan para conectar los países del Sahel con el océano Atlántico y fomentar rutas de comercio y desarrollo.

Sin embargo, a pesar —o precisamente por— estos avances, Marruecos es blanco de campañas políticas, mediáticas y diplomáticas. Se le acusa de autoritarismo, mientras se financian milicias y se agitan divisiones internas. Las democracias occidentales, que enfrentan sus propias crisis de legitimidad, imponen a Marruecos exigencias que muchas veces no cumplen en casa.

El problema no es lo que Marruecos es. Es lo que representa: una potencia africana emergente, soberana, estable, capaz de decir no cuando es necesario.

En un mundo fragmentado, Marruecos ofrece algo escaso: previsibilidad, cooperación real y capacidad de mediación. No es un país perfecto. Pero es, hoy por hoy, uno de los más necesarios.

Negar esa realidad no es solo una injusticia. Es, geopolíticamente, un grave error de cálculo.

Abderrahim Ouadrassi
Abderrahim Ouadrassi

CEO y fundador de la cadena SAIFHOTELS, que lleva la gestión de varios hoteles en Marruecos, y de la inmobiliaria RELASTATIA. Ha ejercido de colaborador semanal en el periódico balear Última Hora, sobre temas de internacionalización y actualidad económica. Actualmente es el presidente de la FUNDACIÓN EUROAFRICA, que busca integrar y facilitar los vínculos comerciales, culturales e institucionales entre los dos continentes.

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