SUMUD GERALD FORD

La madrugada trae siempre dos rostros: el del silencio y el del estruendo. Hoy, el silencio lo traen las olas que empujan hacia un puerto israelí a trece embarcaciones cargadas de ayuda humanitaria y de utopía. El estruendo, en cambio, no son cañones ni sirenas, sino el eco digital de un vídeo en redes: un portavoz de la Flotilla Global Sumud anunciando que a bordo viajan hombres y mujeres de España, Italia, Turquía, Malasia, Túnez, Brasil y Francia. Entre ellos, tres mallorquinas —Lucía Muñoz, Reyes Rigo Cervilla y Alejandra Martínez—, que decidieron que la paz no se predica, se navega.

Pero el mar, hoy, es frontera y metáfora: un espacio que une y divide. Israel intercepta la flotilla, la detiene “sin problema”, y convierte la ayuda en rehén. Greta Thunberg, rostro global de otra causa, aparece en el comunicado como símbolo prestado, mientras los voluntarios son conducidos a tierra firme bajo custodia militar.

Y mientras unas manos cruzan mares para llevar pan y esperanza, otras traen acero y músculo nuclear. El USS Gerald R. Ford, el portaaviones más moderno y poderoso del planeta, fondea en la bahía de Palma como un gigante somnoliento, saludado con honores de “Bienvenido Mister Marshall”. El contraste es brutal: un barco que parte de España para pedir paz, y otro que atraca para descansar de la guerra. Uno carga mantas, medicamentos y sueños; el otro, cazas, misiles y un arsenal que pesa más que mil ciudades.

En paralelo, en Marruecos, las calles hierven, pero no por Gaza ni por el polvorín de Oriente Medio. No piden alto al fuego ni condenan genocidios. Lo que claman son educación y sanidad. Un estallido de la generación Z, alimentado por la espuma de las redes, que sube al ritmo de los “likes” y amenaza con desinflarse al compás de la próxima campaña electoral. La protesta es vida, sí, pero también espejo de una sociedad que a veces confunde furia con moda. Sangre en las venas, vandalismo en las aceras.

Demasiada coincidencia, dirían los viejos cronistas, que todo suceda a la vez que en la ONU se prepara a debatir el Sáhara Occidental, esa herida cronificada en el mapa. Una delegación de Mallorca cruzará el Atlántico para defender una postura que parece más anclada en el pasado que en el futuro. La geopolítica, como la historia, se repite con los mismos acentos, aunque cambien los protagonistas.

Y ahí está la paradoja más amarga: mientras se invierten miles de millones en defensa, mientras se proclama la supremacía tecnológica y la innovación, seguimos sin poder evitar que un enjambre de drones rusos penetre donde quiere y cuando quiere. Podemos viajar a Marte, pero no asegurar el cielo de Kiev. Podemos fondear titanes nucleares en aguas azules, pero no garantizar que un niño de Gaza se acueste con una manta sobre sus hombros.

Al  final, como siempre, el telón baja sobre una pregunta: ¿somos espectadores o actores de esta obra? La respuesta depende de si mañana decidimos navegar, protestar, militarizar… o simplemente, vivir entre la indiferencia y el ruido.

Abderrahim Ouadrassi
Abderrahim Ouadrassi

CEO y fundador de la cadena SAIFHOTELS, que lleva la gestión de varios hoteles en Marruecos, y de la inmobiliaria RELASTATIA. Ha ejercido de colaborador semanal en el periódico balear Última Hora, sobre temas de internacionalización y actualidad económica. Actualmente es el presidente de la FUNDACIÓN EUROAFRICA, que busca integrar y facilitar los vínculos comerciales, culturales e institucionales entre los dos continentes.

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