La semana pasada, el Cercle Económico de Menorca, organizó una conferencia online con el profesor José María Gay de Liébana: “la vulnerabilidad de la economía española y nuestras finanzas públicas”. En esta charla, el profesor dejó claro que la economía española después de esta crisis estará herida por el gasto público elevado y la insostenibilidad de la deuda. Por otro lado, aviso de que vamos hacia una desglobalización y una reindustrialización de los países europeos, en vez de esperar las mascarillas de china, se fabricaran en Cornellà y tardarían cinco minutos en llegar a los hospitales.
Durante décadas el libre comercio ha sido el eje que ha movido las políticas económicas nacionales y las relaciones internacionales. Fue la base tras los acuerdos de Bretton Woods, con el fin de erradicar la mala experiencia del nacionalismo y el proteccionismo económicos que dañaron las economías durante el periodo de entreguerras.
Uno de los grandes abanderados de la desglobalización actualmente es Donald Trump, a la par con otros líderes nacionalistas como Boris Johnson, se han convertido en uno de los principales exponentes de la antiglobalización logrando secuestrar el debate del otro extremo, a un movimiento que alertaba del crecimiento insostenible, las desigualdades en las relaciones económicas y de la “peligrosidad” del capitalismo.
Antes de que surgiera la pandemia, el debate sobre la globalización se centró en el comercio, y el hecho de que se estaba desacelerando en relación con el PIB mundial representaba algún tipo de retroceso contra el concepto. El comercio no es el indicador más importante de la globalización, es solo uno. La inversión extranjera, los flujos de capital, la migración, etc. Son indicadores cada vez más importantes.
El mundo posterior al coronavirus revelará las esferas de influencias chinas demarcadas en partes de África, Europa Oriental, América Latina y el Sudeste Asiático, lo que las hará más dependientes de China a medida que las economías avancen, los creadores del modelo de globalización, opten por no participar.
La historia demuestra el dinamismo de las conexiones globales frente a las crisis pasadas provocadas por el mismo sistema. Con la mirada puesta en el pasado, es difícil asegurar unas transformaciones profundas y la renuncia a la interdependencia que continuará siendo un distintivo de nuestro tiempo.